Hola que tal..., permíteme robarte un poco de tu atención, es solo que quisiera contarte mi historia...
No, no, no, espera no te vallas... tal vez mi infantil forma te haga pensar que yo no tengo nada que enseñarte... mas equivocado no podrías estar, pero aun así, daré crédito a tus dudas mal fundadas, espera solo un momento...
Que tal así? me veo mejor? ahora soy digno de capturar tu atención?, sorprendido verdad.
Te preguntas como es que puedo pasar de niño a hombre?, bueno eso solo lo sabrás si pones atención a mi historia. Lastima que tuviera que tomar mi forma adulta para que prestaras oídos a mis palabras...
Mi nombre es Arnel, soy un espíritu áureo, desperté a la vida mucho antes de que lo hiciera la versión degenerada de la humanidad, esa a la que tu perteneces; tan solo digamos que yo era ya anciano cuando aun era joven la era dorada, aunque yo siempre había tenido la forma de un niñito. En aquellos dorados días, la edad no importaba, no era necesario parecer mayor para ser reconocido como un ser sabio... en la era de oro... no existía el tuyo o el mió, no había sufrimiento ni dolor, no existía la mentira...
Te notas incrédulo, tan acostumbrado estas a los días actuales que no crees posibles los días del ayer?, no importa, lo importante es que existieron...
Como te iba diciendo, yo nací entre flores, gracias a la energía de los amantes, viví feliz entre los míos, pero como todo los que florece se marchita, la edad dorada también se marchito, poco a poco fue degenerando, después llego la era de plata, donde el humano debió aprender a trabajar para alimentarse, comenzaron las envidias y se presento la muerte.
Oh! veo en tus ojos que reconoces lo que te cuento, pues es así como sucedió, luego llego la era de la decadencia, los de tu raza dejaron de ser esas bellas criaturas que fueron en un principio, ahora son lo que son, envidiosos, coléricos, poco amables e ignorantes del significado de la verdadera paz.
Yo al igual que mis áureos hermanos, sentí tristeza al saber de la separación y degeneración de nuestra raza hermana, la raza humana.
Cada vez era mas difícil saber de algún humano amable o amante de la paz, al final, la mayoría de nosotros preferimos huir a áreas despobladas, como los bosques y lagos, con tal de no tener que encontrarnos con ustedes los humanos.
En cierta ocasión, llego a la isla donde varios de nosotros habíamos elegido vivir, una mujer en cinta, al principio nos alegramos mucho, pues la vida solo puede provenir de la vida...
Fatal error.
Fui capturado por esta mujer, mas tarde me entere que su nombre era Sicora, la bruja, llego a nuestra isla desterrada debido a sus grandes maldades, se le había perdonado la vida, por una sola buena acción, no supe entonces cual fue la bondad que cometió para ser salvada de la muerte.
Al ser esclavo de Sicora, fui obligado a cometer terribles crímenes contra la humanidad, cuando al fin me negué a obedecerle, ella me castigo enclaustrándome en las entrañas de un viejo encino... al poco ella murió durante el parto, dejando a la criatura al cuidado de mis hermanos menores, su muerte significo para mi una sola cosa... ya no habría nadie con suficiente poder como para liberarme.
Era tal el sufrimiento que experimente durante mi castigo, que al instante pase de niño a anciano, así como hice frente a ti hace un momento, mi aspecto era tan deplorable como mi estado, olvide lo que era la felicidad y cada hora me parecía una eternidad en este mundo, no deseaba otra cosa mas que el final de mis días, que seria el final de mi sufrimiento. Pero las criaturas áureas no conocemos la muerte...
Durante doce años viví en agonía, hasta que cierto día, la tormenta poderosa, trajo a la isla a dos nuevas visitantes, una era una mujer vieja, pero de mirada desafiante, la otra era una pequeña de seis años, en sus ojos no solo se podía ver la inocencia, también había una enorme concentración de dolor, pero yo no me percate de eso hasta que fui liberado.
La vieja aya traía con sigo un libro prohibido, que la doto de tal poder y fuerza, haciéndola capaz de liberarme de mi prisión viva.
Me libero si, pero solo para hacerme su esclavo. Al salir del árbol no logre recuperar mi natural forma infantil, adopte la forma que ahora vez... Admito que el servirle a la anciana era mucho mejor que servirle a la bruja, jamás me ordeno lastimar a nadie, solo tenia peticiones mas materiales, con tal de rodearse de lujos y comodidades, para ella, la niña y el hijo de la bruja, el que no sabia nada acerca de su terrible origen.
Pecora era el nombre de la anciana y había servido como cocinera del rey, el nombre de la niña fue prohibido. Ser pronunciado o escuchado conllevaba pena capital. La anciana temerosa aun aquí de esta orden, tan solo se limitaba a llamarla "flor sin raíz". Lo que parecía lastimar aun más a la pequeña.
Al conocer al hijo de la bruja, le hablo con cariño y lo trato con caricia, lo llamo Selarion, "en honor de su padre" y le dijo:
- darte la vida fue la cosa mas buena que hizo mi joven hermana, y fuiste tu mismo quien le salvo la vida a ella...
Entonces no comprendí el significado de aquella afirmación...
Fue poco el tiempo que me encontré bajo el servicio de la anciana, pues debido a su delicada salud, y avanzada edad, murió antes de cumplido el año, durante su breve estadía, me informo acerca de los sucesos que las habían obligado a llegar a la isla, del por que el nombre de la niña era prohibido y de cual era su verdadero origen, la pequeña nunca fue ignorante de estas noticias.
Tales hechos me hicieron sentir compasión por la niña, sentimiento que nunca antes había conocido.
A su muerte, la vieja Pecora, me dejo bajo el servicio de "flor sin raíz", me ordeno protegerla, educarla y finalmente -restituirle lo que le pertenecía por derecho de cuna- sin abandonarla jamás.
- A su servicio estoy, mi joven señora "flor sin raíz"
- Delicia
- perdón?
- Delicia, ese es mi nombre, y es así como quiero que me llames, Deseo era el nombre de mi madre...
- oh noble Delicia, su madre debió ser una hermosa mujer
- lo fue para mi desgracia... (Dijo bajando sus tiernos ojos en dirección al suelo) - Espíritu?, es ese tu nombre?
- no mi señora, mi nombre es Arnel
- entonces es así como te llamare, de hoy en adelante
Tal respuesta me hizo sonreír como no había sonreído en mucho tiempo, logrando en mi una nueva metamorfosis, tome entonces la forma de un adolescente y así fue como me mantuve.
Los años pasaron tan rápido como felices fueron, Delicia y Selarion crecieron juntos siendo algo mas que hermanos, hasta que el tiempo se llego, como llegan todas las cosas, y una mañana de primavera, cuando Delicia cumplía los 20 años, debí proponerle que siguiera con su destino.
- no deseo volver a la tierra que me vio nacer, allá nunca fui feliz, y no creo serlo ahora, aquel mundo me parece tan grotesco, tan rival, me pesa esa realidad, la gente y su soledad, la ambición y la pobreza...
- pero mi señora, debe regresar y tomar lo que le pertenece
- a mi no me pertenece nada, soy hija de la concubina del rey, perdí cualquier derecho aun antes de nacer
- pero también eres hija de tu padre
- "la princesa bastarda" era así como me llamaban los miembros de la corte cuando deseaban divertirse, así fue como mi tío se refirió a mi siempre al hablar ante el pueblo, y me habría matado de no ser por el cariño que el pueblo sentía por mi padre.
- su padre deseaba que fuera usted quien ocupara el trono a su muerte
- pero la muerte nada respeta de lo que al aire se dijo, solo asegura los intereses impresos, el poderoso se alza rotundo, lo compadezco y le temo y al enfrentarlo envejezco; entonces viví bajo amenaza, no tienes idea de cuan difícil es aquel mundo
- mi noble señora, le he enseñado lo que otras princesas jamás sabrán, conoce usted los mayores arcanos, habla con fluidez las lenguas olvidadas y fue educada como se educaría a una criatura Áurea, que de no ser por que conozco su humano origen, diría que es igual a nosotros.
- es por lo mismo que no deseo regresar, Selarion y yo somos felices aquí, el no conoce la maldad y yo ya olvide lo que es el dolor, temo mucho que si volvemos a donde pertenecemos, cambiemos y ya no podamos volver a ser felices los dos. Mi querido Arnel, has sido siempre nuestro maestro y protector, por que nos arrojas ahora a aquel oscuro foso sin final?
A pesar de las razones y suplicas de mi joven ama, finalmente la convencí de regresar junto con su amado Selarion a enfrentar a Selador, usurpador del trono. Aun ahora me arrepiento de haberlo hecho...
Selarion se unió a su padre e iniciaron una terrible guerra contra la princesa bastarda, Delicia ordeno la muerte de sus opositores y gano la batalla según yo ejecutase al pie de la letra sus ordenes, poco después de la victoria cambio su nombre a Dolor, jamás volvió, ni quiso volver a enamorarse, aun así reino con sabiduría y su decadente pueblo conoció nuevamente el esplendor, pero ella... jamás recordó lo que era la verdadera paz.
- Arnel hazte presente por favor
- Aquí me tiene mi señora Delicia (se desprendió una leve sonrisa de sus marchitos labios al escuchar su nombre)
- veo que has envejecido tanto como yo, a pesar de que tu tienes el poder de cambiar de edad
- no poseo tal poder mi señora, cambio de edad según la felicidad que experimento (apretaba los ojos mientras yo hablaba)
- entonces debo ser yo la culpable de tu infelicidad... mañana al despuntar el alba te concederé la libertad
Dijo esto y apago la luz de su vela, fue tanta la felicidad al saber mi inminente libertad, que pase de viejo a infante en el acto, por fin seria, de nuevo, totalmente libre.
Por la mañana me encontraba sentado, impaciente, sobre la chimenea de la habitación de mi señora, la veía dormir, yo sonreía inconcientemente, hasta que me vi sorprendido por su dulce mirada, que el mismo tiempo había vuelto a expresar el dolor de su infancia.
- pequeño, por que sonríes así?
- por que hoy será el día en que usted mi señora, me liberara
- Arnel? eres tu? jamás antes te había visto como niño
- esta es mi forma real, con la que nací, esta es la expresión de la felicidad (sonrió al escuchar mis palabras)
- lo dudo, jamás fui feliz durante mi infancia, ahora te tengo una ultima orden
- lo que desee mi señora
- llévame de nuevo a la isla donde crecí
- como ordene
Llegamos a la isla, ella pareció recobrar la salud y belleza perdidas
- debemos destruir la biblioteca
- señora?
- el poder de los arcanos es demasiado grande para ser utilizados por los humanos actuales, y como prueba basta recordar la batalla entre Selarion y yo...
La biblioteca fue destruida, solo se salvaron dos libros, los cuales ella oculto en lo profundo de las cavernas isleñas, solo se que tales libros guardan en su interior lo vivido por Delicia, junto a Selarion, mientras habitaron la isla.
- ahora mi fiel Arnel, te concedo tu tan ansiada libertad, pero antes de que desaparezcas concédeme la respuesta a una pregunta
- agradecido estoy mi señora, y responderé a todas sus preguntas, pero por que no me cuestiono antes de liberarme
- por que entonces no sabría si respondes con la verdad, o solo por el deseo de agradarme
- mi señora sabe que no conozco la mentira
- lo se, solo creí hablar con otro de mis súbditos
- cual es entonces su pregunta
- Arnel... tu me amas?
- no puedo sentir algo con lo que no nací, pues no lo conozco
- mentira, sabes lo que es el amor, pues naciste de el, además eres capas de aprender, o ya olvidaste la compasión que sentiste por mi hace tiempo?
(La precisión de sus palabras hizo que se me escalofriara el cuerpo)
- señora yo la amo
Apenas acabe de pronunciar estas palabras, selle mis labios con los suyos, Delicia se desvaneció en el aire y mis labios se impregnaron con algo de la amargura humana, gracias a esto soy capas de cambiar de edad con la misma facilidad con que respiro, pues adopte su peculiar felicidad, mezclada con el dolor, que caracterizo cada una de las etapas de la vida de mi Delicia.
Han pasado ya siglos desde entonces, y gracias a Delicia, soy capas de mimetizarme entre los humanos, únicos seres capaces de encontrar la felicidad en medio del dolor y de sufrir el dolor aun cuando se encuentran rodeados de felicidad.
Delicia se me aparece de vez en vez, disfrazada de música, lectura, baile, magia, cocina, y todas aquellas artes en las cuales fue diestra durante su vida, y a veces solo a veces, aparece entre esta decadente raza una Delicia capas de ver con ojos de niña mas allá de lo que la realidad representa, una Delicia capas de ver los sueños.
Aun recuerdo lo que solía decir al colocarse la corona...
- estamos hechos del mismo material con que fueron construidos los sueños, es por eso que somos igual de efímeros y eternos...