jueves, 24 de enero de 2008

El viejo de los cactos

-¿Donde podría conseguir una llanta de tractor usada?


Semejante pregunta fue la que me hizo voltear y poner atención a aquellos dos hombres; poco después entramos en una casona atiborrada de plantas, de las cuales sobresalían especies como orquídeas, suculentas y sobre todo cactos, inmediatamente nos salio al paso un can el doble de grande que yo: para el era la llanta de tractor, ya que destrozaba todos los juguetes que tenia y eso era lo único que podía mantenerlo entretenido por un tiempo.

En el patio trasero había un pequeño invernadero casero, especialmente dedicado a cactáceas, en medio sobresalía un enorme Bonete de obispo, el cual el viejo había heredado hace mas de 50 años.


-cuando muera alguien mas tendrá que cuidarlo- dijo de manera melancólica a lo que Luis respondió


- nosotros creemos que tenemos a las plantas pero son ellas las que nos tienen a nosotros a su servicio, viven tanto que a veces dicen ah! ya se me murió este humano, bueno a ver quien me cuida ahora. El viejo, Fernando y yo reímos de tal comentario.

El resto de la tarde la pasamos tomando te, hablando de las plantas y los cactos, de experiencias pasadas, de libros y autores, de mi carrera, el trabajo de uno, los planes del otro y la vida del mas viejo de los cuatro, reímos un poco y también nos pusimos serios, y así fue hasta que anocheció, nos despedimos y tomamos cada quien su camino.

Hace ya varios años que no he vuelto a ver a aquellos dos amigos, aunque a Fernando lo veo seguido, un día de esos estuvimos comiendo cuando el tema resurgido de nuestros recuerdos.

-y a todo esto, ¿que ha sido del viejo?


Fernando solo bajo un poco la mirada, acto seguido en el pecho se dibuja una cruz, y contó como fue que sucedió:


Un día se callo en su casa y no pudo alcanzar el teléfono, así estuvo durante tres días y nadie fue a verlo, el vivía solo, no tenia familia, ningún hijo, tampoco quería contratar a alguien que lo cuidara por miedo a ser robado, cuando al fin logro levantarse decidió regalarlo todo, todos sus libros, todos sus cactos y a su perro. No quería morir solo, no quería que pasaran días sin que nadie lo encontrara. Lo dio todo y se fue a internar a un asilo de México, estuvo allí un par de meses y finalmente Don Manuel Rivera murió.

Así pues el enorme Bonete de obispo lo heredo su amigo Emilio, como hace mas de 50 años, Don Manuel lo había heredado.


No lo se de cierto pero creo yo que Tequisquiapan no ya no será lo mismo, no al menos para aquellos que alguna vez tomamos el te junto al viejo de los cactos.



No hay comentarios: